Es probable que el final de 2022 y los comienzos de 2023 sean agitados para España desde el punto de vista económico. Un conjunto de factores, tanto exógenos como endógenos, pueden explicar las dificultades a las que la sociedad española se vea abocada a padecer por ese flanco débil que es la organización estructural de su economía.
A los seculares problemas de productividad y elevado desempleo hay que sumar un alto déficit público, todo ello en el contexto de un envejecimiento de la población que crea tensiones adicionales sobre las arcas públicas y sin olvidarnos de la consabida falta de impulso político que caracteriza al reformismo económico en nuestra democracia a pesar de la sostenida presión que ejerce Bruselas sobre nuestros sucesivos gobiernos. Parece pertinente aproximarse a esa poliédrica realidad poniendo el acento, por una vez, en lo que un economista tiene que decir al respecto: por qué no somos más ricos, cuáles son los principales problemas que aquejan a nuestra economía, qué podría hacerse para solucionarlos.