Las conquistas sólidas de la Transición no están a salvo de la fragilidad de la democracia. Durante décadas se ha disfrutado como si no existiera la reversibilidad de aquellos logros. En el ciclo populista tras la crisis de 2008, reaparece la tentación del desastre, la amenaza nacionalista y la sombra del cainismo de las dos Españas. Miguel Ángel Aguilar, desde un puesto infatigable de observación en el Congreso durante las últimas décadas, ha sido testigo privilegiado de ese proceso de éxito y de las amenazas que se ciernen sobre la España de mayor bienestar y progreso surgida de la Constitución de 1978.
