La poesía, con su rebeldía e indagación sobre la lengua, matriz de todo, puede y sabe gritar que el emperador va desnudo. El feminismo articula también ese grito desde lo más hondo del silenciamiento histórico y atávico de las mujeres hasta lo más urgente y reparador del discurso que seguimos necesitando hoy.
De aquí la responsabilidad de las Gavieras, una por una en su compromiso ineludible. Cuidar, desde las voces de ayer y de hoy, que los discursos extremos no las (nos) permitan devenir seres sobornables.