El debate público en occidente ha normalizado, en los últimos años, la llamada «guerra cultural». Lo cierto es que se trata de una batalla por la hegemonía que pasó a ser parte integral de la competición política. El éxito del concepto de «guerra cultural» no puede disociarse del retorno de una política de la identidad. Así pues, el gobierno por identificación política, es una forma de hacer política, es decir, de gobernar y conducir los asuntos públicos. Una posición política para la conducción de un país. El gobierno por identidad de grupo se sustenta en la creación de una variedad de grupos en los que pueden clasificarse a las personas, como la división en clases sociales, pero teniendo muchos más grupos en la actualidad. Dicha política sigue a la crisis del universalismo liberal.
Una de las razones que explica el éxito de la idea de «hegemonía cultural» es la popularización de la teoría política de Gramsci. A partir de los 60 se produce una conversión hacía esa planteamiento, convirtiéndose en patrimonio ideológico común de los partidos de nueva izquierda y nueva derecha. Solo trazando este itinerario intelectual es posible entender el modo en que hoy se hace política.