Carmen Amaya artista genial, personaje sin parangón, gitana, millonaria y mito en vida, llegó a América en 1936 acompañada por una troupe de unas veinticinco personas, familiares y artistas. Aquel fue un fantástico y largo periplo que dejó más de una leyenda aquí y allí. Los teatros estaban abarrotados cada día. Broadway, Hollywood y la Casa Blanca a sus pies; por aquél entonces la cima del mundo.
De aquellos años con Carmen Amaya y los suyos, quedó una larga huella que tiene su continuidad hasta el día de hoy. Karime, bailaora de linaje auténtico, virtuosa, fuerte, sincera, es nuestro testimonio privilegiado de la estirpe con más proyección internacional del Flamenco. Los Amaya.
“Soy su sobrina-nieta. Los hermanos Amaya se marcharon de España por la guerra civil. Mi abuela y mi abuelo, Chiquito de Triana, fueron de gira con Carmen durante muchos años hasta que se hartaron.
Querían estabilidad y se establecieron en México. Allí nací yo. Mi casa estaba llena de retratos de ella y mi abuela lloraba cuando los miraba. Yo de pequeñita siempre me preguntaba quién sería esa mujer que hacía llorar a mi abuela. Sabía que era alguien especial, ¡creía que era una virgen!” —Karime Amaya
Aquí os dejamos una entrevista en la revista DeFlamenco y en este video, primer capítulo de ‘Rosas del Flamenco’, la bailaora es entrevistada a propósito de su ópera prima ‘La fuente’