¿Qué somos los seres humanos? ¿Qué significa existir? Venir al mundo es heredar un guion cuestionado por un sinfín de situaciones que nos atraviesan y nos transforman.
No somos una identidad o un yo estable y fijo, sino vínculos y relaciones que crean, muchas veces de forma grotesca y disonante, una trama que nunca es idéntica porque siempre está fuera de sí misma, porque posee una forma teatral expuesta a lo incierto, a lo indisponible y a lo inhóspito.
Somos máscaras que se configuran en los escenarios de la vida ordinaria, y por eso cualquier necesidad que tengamos –sea de afecto, de comida, de sexo o cualquier otra– está vinculada a los demás. Somos argumentos tejidos en los hilos del espacio y del tiempo.
Existir es un viaje de no retorno, una radical exterioridad, y la experiencia que caracteriza el habitar es el vértigo, la ambivalencia entre la atracción y el horror, entre el amor y la violencia.
En el vértigo yace el riesgo de la vida como una especie de caída a un abismo sin fondo, pero en él también late la única posibilidad de la afirmación de la existencia, que consiste en amar y cuidar al mundo en su ambigüedad, en lo mejor y en lo peor. Pero para ello no hay que eludir las situaciones que nos salen al paso, aunque en ocasiones adquieran un rostro sombrío, inquietante o trágico.