El fabuloso esplendor de la Málaga del XIX tuvo detrás a un reducido grupo de familias de apellidos ilustres que fijaron ahí su residencia. Las alianzas entre ellos no sólo fueron económicas o políticas… también por matrimonio. Las bodas entre los Loring, los Heredia o los Larios con otras estirpes de referencia en la capital consolidaban los vínculos industriales, políticos o empresariales y a la vez reforzaban la enorme influencia social de sus protagonistas en una Málaga que crecía y se convertía en referente de la España de la época gracias a los negocios del clan de La Alameda. Fábricas con cientos de trabajadores, proyectos urbanísticos clave como la construcción de calle Larios que le dieron la vuelta a la ciudad, industrias como La Constancia, Industria Malagueña S. A. o La Aurora que salieron ganando por mérito propio en un escenario de competencia feroz… Nada de eso fue una casualidad. Sí lo fue, quizás, que justo en esas décadas e incluso en las anteriores coincidiera a este lado del mapa el talento imprescindible para sacar adelante proyectos antes impensables. Y sobre todo, que se aprovechara la oportunidad y que se crearan las alianzas definitivas entre sus protagonistas.