Un itinerario sintético por las grandes obras que me han conmovido a lo largo de los años en el terreno de la pintura, la escultura y la arquitectura, haciendo especial hincapié en el espíritu que las ilumina y algunos de los rasgos sublimes que parecen predominar en cada región, país, territorio.
Señalar para darnos cuenta y advertir la maravilla. Sí, degustar las formas tan diversas que adquiere lo sublime, maneras antagónicas casi, reflejo de la infinita complejidad del hombre.
Señalar para comparar y encontrar deliciosas afinidades e inadvertidas diferencias.
La locura por la belleza de los italianos, la elegancia casi siempre presente en todo lo francés, el extraño amor a lo verdadero en el arte español. El sentido trágico de la existencia en Miguel Ángel, la desesperación de Picasso. Tan distintos, tan cercanos.
El equilibrio sabio de arquitectos como Palladio y nuestro no muy conocido vecino Jose María Rodríguez-Acosta. La humanidad impasible e imposible de Velázquez; también de Manet. Porque señalar es de mala educación, pero no en el arte.
Señalar en arte es pararnos y enfrentarnos con la obra.
Señalar en arte es haber sentido.
Señalar, en arte, es descubrir quienes somos en lo que otros hacen.