‘Blow up’ se proyecta en 1966, en los prolegómenos del mayo del 68, época de revolución de los lenguajes, las costumbres y los desarrollos del saber.
Las Nuevas Olas del cine atestiguan cambios en la forma de mirar, hay una exploración de los limites de la palabra y de la mirada.
Antonioni ya había traspasado un umbral con El desierto rojo y con Blow up introduce una nueva mirada sobre las relaciones del hombre con su mundo, emergiendo con fuerza la idea de un auto extrañamiento.
Se le califica como el “profeta de la incomunicación”, cuestión que el mismo desmiente a Godard y apunta más bien a las formas en que se presenta la incomunicación en nuestra época, a la cuestión de la mirada ante una realidad excesiva, incomprensible, caótica e informe, que sólo después de aprés-coup reflexivo, encuentra un cierto sentido.
Blow up, es una compleja digresión sobre la naturaleza y la función de la imagen, sobre el problema contemporáneo de la imagen, la fidelidad que esta mantiene con la realidad y las diferentes maneras que esa imagen tiene de interpretar, traducir o sustituir la realidad. Antonioni pasa de los significados a los significantes y hace de cada fotograma un símbolo.
En Blow up, todos los personajes están en una hiperactividad, viven en una vertiginosa huida hacia adelante, cada uno persigue su propio y desconocido deseo sin que lleguen a darse verdaderos encuentros. Son más bien desencuentros permanentes.
Finalmente, el sujeto y la realidad quedan fuera, desaparecen en un juego ficticio.
