El Romanticismo nos legó un notable caudal de relatos de músicos con tintes heroicos: Mozart, Beethoven, Wagner… Los compositores, y no menos los intérpretes, se convierten entonces en figuras mediatizadas, alejadas de las experiencias del hombre y mujer comunes. Los elogios de la prensa a Franz Liszt, Pablo Sarasate o Anton Rubinstein en sus actuaciones triunfales en Málaga los aúpan a ese lugar de los escogidos. Pero la historia musical no la escriben solo estos talentos proteicos. La música de la ciudad,
entonces como ahora, depende también y quizás en más amplia medida, de artistas capaces
como Eduardo Ocón, Antonio José Cappa, Juan Cansino, Pedro Sessé o Julián Arcas, junto con otras y otros muchos de los que ni siquiera conocemos sus nombres. Aquellos y estos, no tan alejados como pudiese parecer, llenaron teatros, salones, iglesias, calles y plazas de una música que aún hoy resuena. En el Centro Cultural de la Malagueta aguzamos el oído para
escucharla.