El patrocinio de las artes se convirtió para los Reyes Católicos en una cuestión de estado. Sostenedores de dinámicas capillas musicales, la música acompañaba tanto las grandes solemnidades, religiosas y profanas, como los esparcimientos privados. Te Deums, Magnificats, conviven con danzas y romances. Las influencias de las últimas tendencias franco flamencas no impiden el desarrollo de giros autóctonos. La música y los músicos viajan, y llegarán incluso a atravesar todo un océano. El polvo de los siglos pareció condenar todo ello al olvido. No fue así. Cuando Eduardo Ocón, como director musical de la Sociedad Filarmónica de Málaga, organiza su participación, en agosto de 1887, en las celebraciones del IV Centenario de la Reconquista de Málaga, recupera, pensamiento novedoso entonces, partituras de aquella época. Y Rafael Mitjana, nuestro paisano, poco después, no solo descubrirá el paso de Juan del Encina por la catedral de Málaga sino además, en un lugar tan alejado como la ciudad sueca de Uppsala, un cancionero del siglo XVI. Cosas ¿del destino? Sea como sea, gracias a ellos entre otros muchos, podremos hablar de esa hermosa música del Renacimiento español.