Pese al auge, y relevancia estética, de la composición instrumental en el XIX, la ópera sigue protagonizando la vida musical. Málaga, en la medida de sus posibilidades, no es una excepción. La escena, buena parte de ese siglo, la acaparan, aun con los intentos de otras propuestas nacionales, los operistas italianos (Rossini, Bellini, Donizetti y, finalmente, Verdi) y la grand opéra francesa (Meyerbeer a la cabeza). Todos ellos desatan el fervor del público, sus melodías se escuchan por doquier, en las versiones más inverosímiles, y los cantantes (especialmente las divas) encienden odios y pasiones. Difícil es dilucidar cuál de las dos, si la italiana o la francesa, se alza con la preeminencia. Sin embargo, casi dos siglos después, el juicio histórico ha sido muy diferente para una y otra. ¿Qué seducción despliegan? ¿Qué fascinó a los públicos del XIX? Y ¿qué queda de ello?