¿Quién soy yo? Es la pregunta espiritual por excelencia. Porque llegar a ser uno mismo quizás sea el mayor reto que afrontamos como seres humanos. Así, la vida parece vacía cuando no tenemos una comprensión de quiénes somos y por qué estamos en este planeta. Y el dolor es, en gran medida, el castigo que nos infligimos por no saber ser. Nos castigamos para justificar nuestro no saber. Y vivimos con la sensación de impostura. Ya va siendo hora de liberarnos tanto de esa sensación como del dolor. Para ello, es imprescindible desapegarnos de nuestro personaje, entender qué es lo esencial y qué es lo circunstancial, cultivar la atención y la compasión. Cuando nos identificamos con la vida misma, podemos comenzar a vivir en un nivel radicalmente nuevo de armonía y paz. Entonces es cuando descubrimos que tú y yo somos el mismo.